Hoy
he vivido uno de esos encuentros fortuitos que te dejan pensando de camino a
casa. Mientras esperaba el metro, un buen hombre se acerca y me pregunta:
¿Puede decirme la hora?, ¡por supuesto!-
le respondo- son las 8 de la tarde. Extrañado por mis palabras, el buen hombre
me dice: ¡no puede ser! , ¿llevas el reloj adelantado?, ¡Sí, sí! – contesto- ¡10
minutos, para no llegar tarde.! Una vez en el vagón del metro, el hombre se
acerca de nuevo y me dice: “No te adelantes al tiempo”. Y así, sin
más, estas cinco palabras se han depositado en mí, y giran y giran, sin poder dejar
de pensar en esta valiosa lección.
Este
sabio consejo me recuerda a los rituales que se realizan en la India. Allí
celebran un ritual llamado puja. En
este ritual, recogen imágenes que representan a Dios de muy diversas maneras y
las bañan, les dan de comer y les ofrecen su amor. Es la forma que tienen de dejar
ir al pasado y vivir el momento presente,
el aquí y el ahora.
Vivir
el momento presente y no adelantarnos al tiempo. Fácil de entender, Difícil de
realizar.
En
el mundo actual, la gran mayoría de nosotros, vivimos circunscritos al tiempo
que no llega y a los recuerdos del pasado efímeros, que vagan en nuestra mente,
sin dejar espacio al presente. Vivimos con la angustia arraigada de no saber
qué nos deparará el futuro. Pero olvidamos que lo más importante para llegar a
ese futuro, es vivir el momento presente, el día a día. La solidez de nuestros
actos de hoy serán la edificación de nuestro mañana. Pero para ello, debemos adoptar
una virtud, que el mundo actual parece no tener cabida: la paciencia.
Mi consejo es ese: no
te adelantes al tiempo y vive el presente.